Hace unos días terminé de leer la novela El rey recibe del escritor español Eduardo Mendoza.
Pues no me ha gustado. Por mucho que Eduardo Mendoza sea premio Cervantes, no digo que no esté muy bien escrita, con un estilo elegante, depurado, sencillo, entendible, vamos. Pero me ha parecido soporífera. He terminado el libro porque es corto y de fácil lectura, que si no había terminado en el cajón de los libros interminables.
Es una crónica, novelada con un periodista como protagonista y un rey imaginario, de los hechos más destacables sucedidos en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, no solo en España sino en el mundo.
La disertación sobre Livonia, un territorio eslavo comprendido en lo que hoy es Estonia y Letonia, aburre hasta a su protagonista, aunque hay que reconocer el mérito de Mendoza a informarnos sobre un pueblo que en un principio pensé que se lo había inventado, como los cuentos de princesas que siempre habitan en un lugar imaginario de la vieja Europa. Aunque esté magnificamente escrita, también lo podíamos haber consultado en Google.
Cada vez estoy más convencida que debo leer lo que me guste y no lo que me recomienden, aunque sean las letras más insignes de este país, que haberlas hailas. La excepción, es la literatura clásica, de todo tipo, pero para ello, me tomo el tiempo que haga falta.
Mendoza, Eduardo, El rey recibe, Barcelona, Círculo de Lectores, 2018, 366 páginas.